miércoles, 27 de junio de 2012
Conocer para amar, amar para conocer
No basta amar
El corazón de Don Bosco
en el III Congreso Catequístico Nacional
Desde el 24 al 27 de mayo de 2012 se realizó en Morón el III Congreso Catequístico Nacio-nal. Asistieron aproximadamente 1000 cate-quistas, en calidad de congresistas, y cerca de medio millar de catequistas acompañantes que participaron en las celebraciones eucarísticas y en otros momentos de oración y de fiesta.
El 25 de mayo se realizó la misa de apertura presidida por el Arzobispo de Buenos Aires y Primado de la Argentina, Card. Jorge Mario Bergoglio, concelebrada por el Delegado Papal para este Congreso, Mons. Celso Morga Iruzu-bieta; por más de treinta obispos argentinos y por más de un centenar de sacerdotes de di-versas diócesis de nuestro país. La homilía es-tuvo a cargo de Mons. Eduardo García, Obispo Auxiliar de Buenos Aires y miembro de la Co-misión Episcopal de Catequesis y Pastoral Bíbli-ca. Mons. García trajo el sentir de Don Bosco al Congreso cuando, concluyendo su homilía, afirmó: “Catequizar es amar a cada uno, dejar-se amar para que así puedan amar al buen Dios”.
“No basta amar, sino que los jóvenes deben darse cuenta de que son amados” _ dijo Don Bosco en la carta de 1884 y, años más tarde, el 30 de enero de 1888, un día antes de morir, le dijo a Don Rúa y en él a todos sus salesianos: ”Hazte querer”. El amor es esencial a la cate-quesis, es el amor de Jesús Buen Pastor que se expresa maravillosamente en la pedagogía de Jesús que traduce, en la Iglesia, la pedagogía de Dios en la Revelación.
En la carta de convocatoria al III Congreso ca-tequístico Nacional los Obispos de la Argentina afirmaron: La Catequesis de iniciación cristiana requiere una renovación para adecuarse a los desafíos propios del tiempo que vivimos y a los requerimientos de la nueva evangelización.
Aparecida nos habla de “la tarea irrenunciable de ofrecer una modalidad operativa de la ini-ciación cristiana”… para asumir “el desafío de una nueva evangelización, a la que hemos sido reiteradamente convocados” (DA 287).
Con la esperanza puesta en el amor del Señor que acompaña nuestros pasos en la evangeli-zación, hacemos foco en la catequesis y re-flexionamos en su servicio a la iniciación cris-tiana, destacando una de sus dimensiones. Hoy pondremos énfasis en lo misionero.
Dimensión misionera de la iniciación cristiana
“La fe es un don destinado a crecer en el co-razón de los creyentes. La adhesión a Jesucris-to, en efecto, da origen a un proceso de con-versión permanente que dura toda la vida. Quien accede a la fe es como un niño recién nacido que, poco a poco, crecerá y se conver-tirá en un ser adulto, que tiende al estado de hombre perfecto, a la madurez de la plenitud de Cristo.”
El Primer Anuncio o Kerigma afecta, de un modo profundo y transformador, la vida de quien lo recibe. Provoca la conversión primera y el encuentro renovador con Cristo y su Evangelio. Queda abierta la puerta para el proceso de la Iniciación Cristiana que, una vez concluido, deja lugar a una Catequesis Perma-nente que dura toda la vida.
Éste es el camino. Así hemos concebido tradi-cionalmente los procesos de iniciación y madu-ración en la fe. Hoy; con la mirada puesta en el sujeto de la Catequesis y en el contexto social, cultural y religioso; tenemos algunas convic-ciones que nos hacen pensar en procesos no tan simples ni lineales.
• El dinamismo del crecimiento de la fe no es un continuo con compartimentos estancos, sino un itinerario en el cual sus etapas interactúan en una relación compleja y simultánea.
• En un contexto cultural pluri – étnico y plu-ri – religioso, el cristianismo no es ya la op-ción social que se realizaba, casi espontá-neamente, en la confluencia de la socialización religiosa y cultural. Hoy “la propuesta cristiana se ha convertido en una más entre tantas y debe, por lo tanto, presentarse de modo tal que sea capaz de mostrar su validez y su credibilidad” .
• Aquí la Catequesis tradicional se halla casi impedida para transmitir la fe, puesto que pretende abordar un camino que supone una fe inicial inexistente. La multiplicidad de propuestas y la ausencia o debilidad de referencias confunden las búsquedas reli-giosas. Se requiere, en estas condiciones, un anuncio kerigmático que, muchas veces, se da falsamente como supuesto.
• A veces, después de la Iniciación Cristiana, la vida de las personas corre por derroteros que ponen en crisis la fe de esas personas. Se produce, así, el alejamiento y se llega, incluso, a la costumbre de pretender vivir sin fe. Es la situación que Enzo Biemmi denomina “de la ruptura al olvido” .
• Hay un “desborde semántico” en los con-ceptos catequéticos, tal como siempre los hemos concebido, uno a continuación del otro. Tradicionalmente hemos situado a la Catequesis a continuación del Primer Anuncio, según las funciones que el Direc-torio General para la Catequesis de 1997, enuncia para el Ministerio de la Palabra: la llamada a la fe, la iniciación, y la educación permanente de la fe.
• Tal desbordamiento se ha dado en tres etapas: a) la primera como distinción del Primer Anuncio (sitúa la Catequesis como un tiempo sucesivo); b) su colocación al la-do del Primer Anuncio, que la reconoce dis-tinta pero paralela; c) su connotación cuali-tativa que la pone dentro del Primer Anun-cio. Hemos pasado, por lo tanto, de una concepción espacial lineal de la relación Catequesis/Primer Anuncio (que los distin-gue en base al momento de intervención), a una concepción cualitativa, circular, que tiende a hacerlos simultáneos.
La Catequesis es distinta al Primer Anuncio y a ella le corresponde desarrollar la conversión inicial. En este cambio epocal, la realidad pas-toral nos invita a revisar los conceptos que hemos formulado, por años, y las prácticas que se fundamentaron en dichos conceptos. La Catequesis, en el contexto actual, tiene a me-nudo una tarea misionera. Se habla entonces de Catequesis kerigmatica. El DGC afirma, en conclusión, que las fronteras entre ambas ac-ciones no son fácilmente delimitables .
“La Catequesis, por ejemplo, junto a su función de iniciación, debe asumir frecuentemente tareas misioneras. La misma homilía, según las circunstancias, convendrá que asuma las fun-ciones de convocatoria y de iniciación orgáni-ca”.
Nos planteamos, entonces, la redefinición de caminos posibles para los que llegan a un pro-ceso catequístico sin fe o con una fe pequeña, olvidada, casi “adormecida”. La pluralidad y la diversidad de ofertas de todo tipo, como dec-íamos más arriba, ponen a la persona en situa-ción de reconfirmar y de validar sus opciones cristianas. Por eso, tal vez, no sólo debamos hablar de un Primer Anuncio, siempre necesa-rio e impostergable en el inicio de un proceso catequístico, sino de una Catequesis siempre misionera y kerigmática, que sale a buscar-nos en las distintas etapas de nuestra vida, en las diversas “edades de nuestra fe” y en nues-tros distintos lugares de encuentro teológico con Dios.
Una “Catequesis kerigmática o misionera” es una Catequesis de la propuesta que busca, atrae y propone siempre. No se trata de un discurso doctrinario estampado desde afuera y por la fuerza de la repetición o de la tradición, sino de un camino de experiencias siempre nuevas, que marcan profundamente la vida de las personas. Una Catequesis que se resignifi-ca, muchas veces en Primer Anuncio, para que éste se diferencie y, a la vez, se integre en todo el proceso catequístico, otorgándole una fuerza renovadora y catecumenal. En una Ca-tequesis en clave misionera todo anuncio transparenta el Primer Anuncio. Él es como una luz siempre viva en el Ministerio de la Pa-labra: en la conversión primera, en la Iniciación Cristiana y en la Catequesis Permanente.
Pbro. José Luis Quijano
rector@isca.org.ar
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