jueves, 13 de octubre de 2011

Módulo cero. El camino de la Iniciación Cristiana.

El tema de este post-SENAC es de gran actualidad porque la realidad pastoral nos exige una renovación a fondo. El interlocutor que tenemos en estos tiempos, como catequistas, sin dudas es un nuevo sujeto, nuevo es el contexto socio-cultural en el que vivimos, nuevos también son los tiempos que vive la Iglesia. Es por ello que planteamos la necesidad de renovar nuestra catequesis desde esta perspectiva.

La fe no es ajena a este tiempo de crisis en la transmisión de todo tipo de valores. Por lo cual vamos a revisar desde distintas miradas lo que implica hablar de Iniciación Cristiana.

Nos proponemos:

- VER la realidad de los itinerarios de Iniciación Cristiana en nuestros contextos pastorales

- ILUMINAR esa realidad con esta nueva propuesta de renovar la catequesis en clave de Itinerario de Iniciación Cristiana, ahondando en su significado teológico-pastoral.

- OBRAR para transformar nuestra práctica catequística en orden a hacerla más viva y operante.

Este es el recorrido que planteamos…

Ø Módulo Introductorio: El “hoy” de la Iniciación Cristiana

- una mirada a nuestra realidad pastoral. El sujeto de esta iniciación sus motivaciones y las de la Iglesia para con él.

- pérdida de la centralidad del Misterio Pascual en la liturgia y de la práctica sacramental .

- concepto clave: cristocentrismo trinitario en los sacramentos

Ø Módulo 1: La Iniciación en sentido amplio
- Concepto de iniciación
- Mirada a los ritos iniciáticos en otras culturas
- El lenguaje iniciático: signo y símbolo
- En qué se inician hoy los sujetos, mirada antropo-sociológica

Ø Módulo 2: Iniciación Cristiana, en la historia
- Rastreamos en la Biblia (en al AT y en el NT)
- Pedagogía de la iniciación en Jesucristo
- La iniciación en la época patrística
- El catecumenado: unidad y mistagogia en la iniciación

Ø Módulo 3: El sacramento de la Iniciación Cristiana
- Teología del misterio en la liturgia y en el organismo sacramental
- ¿itinerario de iniciación o “autismo” sacramental?
- Hacia un camino sacramental fecundo, inclusivo y permanente
- Iglesia Oriental: continuidad en un proceso integral

Ø Módulo 4: Actualidad de la iniciación cristiana
- Actualidad de la iniciación cristiana
- En las comunidades y ámbitos (parroquia, colegio, movimiento...) Iniciación y piedad popular (experiencia del santuario)
- Un nuevo modelo: el kaino-catecumenal
- Una eclesiología de comunión, marco para la IC
- Aparecida y su aporte sobre la Iniciación Cristiana

Ø Módulo 5: Espiritualidad de la iniciación
- La persona del catequista de iniciación: vocación y ministerio singulares
- Caminar acompañando personal y comunitariamente
- Camino de la Iglesia para que la Iglesia camine

Bibliografía Básica:

Lineamientos y orientaciones para la renovación de la Catequesis de Iniciación Cristiana, Comisión Episcopal de Catequesis y Pastoral Bíblica (documento en edición).

El gran Sacramento de la Iniciación Cristiana, tesis de Licenciatura del Pbro. Fabián Esparafita.

Recopilación de textos con respecto al tema Iniciación Cristiana realizado por el Equipo ISCA, en http://www.isca.org.ar/juntanc-2007docs.htm

Materiales traídos por Nilda Rosso y Andrea Zannol, enviadas por el ISCA al ITEPAL a capacitarse en Catequética., en http://www.isca.org.ar/juntanc-2007docs.htm

El “hoy” de la Iniciación Cristiana

Nos dice el P. Fabián Esparafita en su tesis:

El tema de la «iniciación cristiana», creemos, reviste suma importancia. En efecto, está relacionado directamente con el comienzo de la vida cristiana y nos refiere a la tarea central de la Iglesia[1] de «hacer cristianos».[2] Se destaca aún más su importancia[3] al reconocer, por un lado, que, hacia el interior de nuestras comunidades, exige una permanente revisión y vigilan­cia,[4] dado que en ella está el fundamento de la identidad de sus miembros; y que, por otro lado, en lo que hace al diálogo con otras comunidades cristianas, actúa como articulador en la continuidad y profundización de los caminos que faciliten y favorezcan la unidad ecuménica.[5][6]

Mirando los primeros tiempos de la Iglesia podemos revisar nuestra actualidad pastoral a fin de descubrir nuevos caminos. No se trata de repetir modelos anacrónicamente sino de beber en la mística que animaba aquellos tiempos para re-crear nuestra catequesis resignificando la práctica cotidiana.

Nos dicen nuestros Pastores: [7]

…”La revisión y renovación de la catequesis inicial es una convicción general que surge tanto de la nueva eclesiología propuesta a partir del Concilio Vaticano IIº como de la necesidad de una consecuente pastoral orgánica, junto a la realidad social y cultural actual, profundamente desafiante[8].

Estamos en un cambio de época, con profundas transformaciones, culturales, sociales, familiares, etc. La vida cristiana y eclesial –y por ende, nuestra propuesta pastoral-, necesita un urgente reajuste a esta realidad nueva. Debemos mirar con mucho realismo y sinceridad nuestra situación. “Son muchos los creyentes que no participan en la Eucaristía dominical, ni reciben con regularidad los sacramentos, ni se insertan activamente en la comunidad eclesial (...) este fenómeno nos interpela profundamente a imaginar y organizar nuevas formas de acercamiento a ellos para ayudarles a valorar el sentido de la vida sacramental, de la participación comunitaria y del compromiso ciudadano. Tenemos un alto porcentaje de católicos sin conciencia de su misión de ser sal y fermento en el mundo, con una identidad cristiana débil y vulnerable[9]. El gran desafío hoy es la iniciación cristiana, es ver “cómo estamos educando en la fe y cómo estamos alimentando la vivencia cristiana”[10], en esta sociedad y cultura en la que vivimos, más aún teniendo en cuenta la descripción planteada en el documento de Aparecida ya que “...en muchas partes, la iniciación cristiana ha sido pobre o fragmentada”[11].

Ante estos desafíos, la realidad catequística en nuestro país nos cuestiona, de allí la firma convicción de los Obispos argentinos acerca de la necesidad de una profunda renovación y optimización de nuestra catequesis de iniciación cristiana…”

Una mirada a nuestra realidad pastoral. El sujeto de esta iniciación sus motivaciones y las de la iglesia para con él

Nos dice el documento de Aparecida[12] que cuando hablamos de Iniciación Cristiana en nuestras comunidades siempre se oyen voces que diagnostican:

  • falta de compromiso y perseverancia de los bautizados”… « ¿dónde están los bautizados?»
  • una identidad cristiana frágil o débil”… « ¡y esa persona dice que es católica
  • falta de conciencia de la misión… « ¿no tenemos que ser sal y fermento en la masa?»

Por lo tanto, como comunidad eclesial Aparecida nos invita a revisar…

  • cómo educamos en la fe
  • cómo alimentamos la vivencia cristiana

Debemos volver con fervor a los primeros tiempos de la Iglesia para dar testimonio de nuestro encuentro vital con Jesucristo y as…

  • invitar a otros y acompañarlos en su encuentro con Jesús... que sean discípulos
  • compartir con ellos el camino de la fe para seguirlo… que sean misioneros

Hay que buscar con creatividad un modelo operativo de Iniciación Cristiana que nos ayude a replantear y resignificar…
- el qué
- el para quién
- el cómo
- el dónde … se realiza la Iniciación Cristiana

Pérdida de la centralidad del misterio pascual en la liturgia y de la práctica sacramental .

No es nuevo ver cómo se ha perdido la práctica sacramental. Ya en el Documento Navega Mar adentro nuestros Pastores llamaban la atención sobre la necesidad de resignificar el domingo como día del Señor y desde allí renovarnos.

Una auténtica espiritualidad de comunión nace de la Eucaristía. Ella colma con sobrada plenitud los anhelos de unidad fraterna que alberga el corazón humano. No es casual que el término comunión se haya convertido en uno de los nombres específicos de este sublime sacramento. Del mismo modo, esta actitud del corazón se alimenta en la escucha constante de la Palabra de Dios, en la liturgia dominical, en la celebración gozosa del sacramento del perdón, en la oración personal y en la misma vida comunitaria con todas sus exigencia. (NMA 85)

… muchos no participan en la vida de las comunidades cristianas, debilitándose su sentido de pertenencia y el crecimiento en la fe. Ante esta realidad de fragilidad espiritual, cada vez más acentuada, tenemos que poner un particular empeño para que, mediante un vigoroso anuncio del Evangelio, ningún bautizado quede sin completar su iniciación cristiana, facilitando la preparación y el acceso a los sacramentos de la Confirmación, la Reconciliación y la Eucaristía. Con suave pero firme persuasión pastoral, hemos de invitar a participar de una vida cristiana que se distinga por el arte de la oración, y ponga su mirada en alcanzar la plenitud de la participación eucarística, sobre todo en la celebración dominical…(NMA 92)

El comprometernos en la renovación de la catequesis en clave de Iniciación Cristiana tendrá como fruto un resurgimiento de todo esto ya que el encuentro con el Señor nos abre al “hambre” de alimentarnos de Él y de compartir entre nosotros como hermanos, miembros de su familia.

Concepto clave: cristocentrismo trinitario en los sacramentos

Nos dice el P. Esparafita…

“La iniciación cristiana es un camino progresivo de identificación con Cristo[13] que tendrá su comienzo cuando el catecúmeno sea signado con la cruz de Cristo, y alcanzará su momento culminante cuando se haga uno con Él participando sacramentalmente de su misterio Pascual. En este camino de configuración con Cristo, el bautismo nos sumerge en la vida nueva de hijos en el Hijo, la confirmación, por el Don del Espíritu Santo nos configura más perfectamente con Cristo y fortalece su vida; y por la Eucaristía nos identificamos plenamente con Él: participando de su sacrificio, nos ofrecemos con Él al Padre y comiendo su cuerpo y su sangre disfrutamos la anticipación salvífica del banquete celestial.[14] Cada uno de los sacramentos de la iniciación cristiana expresa una progresiva profundización de este misterio.

…Cada sacramento prepara para el siguiente realizando en el cristiano lo que se realizó en Jesús.[15] Por lo tanto podemos decir que la iniciación cristiana supone una secuencia ritual que expresa sacramentalmente una progresiva participación en la gracia de Dios. Por cuanto «los fieles renacidos en el Bautismo se fortalecen con el sacramento de la Confirmación y son alimentados en la Eucaristía [...] y así reciben cada vez con más abundancia los tesoros de la vida divina y avanzan hacia la perfección de la caridad».[16]

Dado que nos interesa profundizar en una auténtica teología de este «gran sacramento» hemos de contemplar la intrínseca relación entre la Iniciación Cristiana y el acontecimiento pascual y considerar su significado trinitario.[17] Considerar la iniciación cristiana como acontecimiento trinitario significa comprender la iniciación como «acción» del Dios trinitario; que implica, la «conversión» al Dios trinitario; y, que procura la «inserción plena» –si bien sujeta a la tensión escatológica del «ya» pero «todavía no»– en la vida trinitaria de Dios.”

De modo que plantear la necesidad de renovar la catequesis en clave de Iniciación Cristiana implica asumir radicalmente los conceptos ya planteados en el Directorio Catequístico General:

«La Palabra de Dios, encarnada en Jesús de Nazareth, hijo de María Virgen, es la Palabra del Padre, que habla al mundo por medio de su Espíritu. Jesús remite constantemente al Padre, del que se sabe Hijo Único, y al Espíritu Santo, por el que se sabe Ungido. Él es el «camino» que introduce en el misterio íntimo de Dios .

El cristocentrismo de la catequesis, en virtud de su propia dinámica interna, conduce a la confesión de la fe en Dios: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Es un cristocentrismo esencialmente trinitario. Los cristianos, en el Bautismo, quedan configurados con Cristo, «Uno de la Trinidad» , y esta configuración sitúa a los bautizados, «hijos en el Hijo», en comunión con el Padre y con el Espíritu Santo. Por eso su fe es radicalmente trinitaria. «El misterio de la Santísima Trinidad es el misterio central de la fe y de la vida cristiana» .

El cristocentrismo trinitario del mensaje evangélico impulsa a la catequesis a cuidar, entre otros, los siguientes aspectos:

- La estructura interna de la catequesis, en cualquier modalidad de presentación, será siempre cristocéntrico-trinitaria: «Por Cristo al Padre en el Espíritu» . Una catequesis que omitiese una de estas dimensiones o desconociese su orgánica unión, correría el riesgo de traicionar la originalidad del mensaje cristiano .

- Siguiendo la misma pedagogía de Jesús, en su revelación del Padre, de sí mismo como Hijo y del Espíritu Santo, la catequesis mostrará la vida íntima de Dios, a partir de sus obras salvíficas en favor de la humanidad . Las obras de Dios revelan quién es Él en sí mismo y, a la vez, el misterio de su ser íntimo ilumina la inteligencia de todas sus obras. Sucede así, analógicamente, en las relaciones humanas: las personas se revelan en su obrar y, a medida que las conocemos mejor, comprendemos mejor su conducta.

- La presentación del ser íntimo de Dios revelado por Jesús, uno en esencia y trino en personas, mostrará las implicaciones vitales para la vida de los seres humanos. Confesar a un Dios único significa que «el hombre no debe someter su libertad personal, de modo absoluto, a ningún poder terrenal» . Significa, también, que la humanidad, creada a imagen de un Dios que es «comunión de personas», está llamada a ser una sociedad fraterna, compuesta por hijos de un mismo Padre, iguales en dignidad personal. Las implicaciones humanas y sociales de la concepción cristiana de Dios son inmensas . La Iglesia, al profesar su fe en la Trinidad y anunciarla al mundo, se comprende a sí misma como «una muchedumbre reunida por la unidad del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo».(DCG, nº 99 y 100)

Para Reflexionar sobre el tema

Mirando la realidad pastoral donde desarrolla su tarea catequística:

- Señale fortalezas y debilidades que detecta en su práctica.
- ¿qué aspecto le parece prioritario para renovarla?
- Leer detenidamente el siguiente texto y hacer un breve comentario sintetizando las ideas principales del mismo y complete con algún texto acerca de la conversión pastoral del documento conclusivo de la Vº Conferencia del Episcopado de América Latina y el Caribe en Aparecida.

Te pedimos nos envíes un mail con tus comentarios a postsenac@isca.org.ar

Lectura complementaria:

Hacia una utopía posible...
La iniciación cristiana en la posmodernidad

Por Ana Mª Cincunegui y equipo Observatorio ISCA

· De la paradoja a la utopía

Muchas palabras se han dicho en torno al tema de la posmodernidad. Historiadores, filósofos, sociólogos y hombres provenientes de otros campos del saber no han dejado de expresar su perplejidad ante un tiempo casi inefable, abarcado por una cultura difícil de definir y de connotar. Algunos centraron su análisis en el hombre inmerso en esta cultura, acentuando su existencial y humana necesidad de realizarse en su dimensión dialogante e intersubjetiva, que lo abre hacia las otras personas y que lo motiva a trascender hacia Dios.

La crisis de la civilización, hunde sus raíces en la pretendida "muerte de Dios" que, a través de una insensata cerrazón a lo trascendente - religioso, ha llevado al hombre al estado actual de soledad y destrucción. Esta crisis religiosa [1] puede ser interpretada, no sólo como manifestación, sino tal vez como causa y consecuencia de una crisis más amplia y asombrosamente prolongada. En este marco global, vamos a intentar centrarnos en el tema de la iniciación cristiana.

Ella es, justamente, un indicador de la crisis de la transmisión de la fe. "Se puede realizar una constatación preocupante: en muchos lugares la Catequesis de iniciación, en realidad, no 'inicia' sino que, paradójicamente, 'concluye'. Es el fracaso del proceso tradicional de iniciación cristiana... He aquí la paradoja y el fracaso: el proceso de 'iniciación' llega a ser para muchos un proceso de 'conclusión' de la vida cristiana." [2]

La propuesta es, entonces, traducir el fracaso y la paradoja en una utopía posible... Así concebida, ella supone un estado ideal, una meta que se va haciendo cada vez más cercana. Es aquello trascendente hacia lo cual es posible encaminarse a través de la acción. Las utopías son los grandes ideales que dan sentido de fe a todo lo que hacemos [3].

· Un punto de partida

Para intentar alejarnos del fracaso y de la paradoja y para empezar a realizar la utopía, es conveniente establecer un punto de partida: el de la precisión de los conceptos. El Directorio General para la Catequesis expresa, con total claridad, las características propias de la Catequesis de iniciación, como momento esencial del proceso de Evangelización, que la hacen diferente de las otras formas de educación de la fe:

- Formación sistemática y orgánica de la fe. No se reduce a lo meramente circunstancial y ocasional. [4]

- Esta visión orgánica y sistemática de la fe es necesariamente jerarquizada, es decir que se organiza siempre en torno a un centro. [5]

Esta formación orgánica es más que una enseñanza: es un aprendizaje de toda la vida cristiana, una iniciación cristiana integral.

Por ser formación cristiana integral, ella inicia en todas las dimensiones de la fe que pide ser conocida, celebrada, vivida en comunidad, hecha oración y anunciada en la misión. [6]

Este concepto de iniciación cristiana admite en el tiempo actual dos formas fundamentales de realización. Por un lado, el catecumenado posbautismal que supone un itinerario catequístico y sacramental que se inicia en la infancia y se continúa a lo largo de toda la vida. No se trata sólo de una necesidad posterior al bautismo, sino del desarrollo necesario de la gracia bautismal en el crecimiento de la persona. Es el momento propio de la Catequesis. [7]

Hay otro modo a través del cual se realiza la iniciación cristiana en la actualidad: la iniciación cristiana de personas no bautizadas, sean niños, jóvenes o adultos (o bautizadas pero no catequizadas o alejadas de la fe). El Directorio General para la Catequesis afirma "La situación actual de la Evangelización postula que las dos acciones, el anuncio misionero y la Catequesis de iniciación se conciban coordinadamente y se ofrezcan, en la Iglesia Particular, mediante un proyecto evangelizador misionero y catecumenal unitario". [8]

Hoy, a partir de la riqueza e integralidad que el Magisterio posconciliar atribuye al concepto de Evangelización, la iniciación cristiana reencuentra su lugar e importancia como la función del Ministerio de la Palabra que le compete específicamente a la Catequesis.

· De las precisiones a las condiciones

Más allá de las precisiones conceptuales en las que hemos tratado de situar la iniciación cristiana, intentaremos plantear ahora algunas condiciones para que la utopía sea posible. Obviamente, no podemos recrear aquellos modelos de familia que realizaban este proceso, como derecho y deber naturalmente asumidos.

Uno de los dramas del hombre de hoy es su falta de ligazón a la realidad. No tiene dónde apoyarse... Sólo el caos y el abismo parecen abrazarlo. En esta situación de absoluta soledad y falta de consistencia, necesita desesperadamente situarse, asirse, reencontrarse, trascender de él mismo para ir al encuentro de los otros y del Otro.

Sólo en las comunidades gestadas en torno al amor, la amistad y la fe es posible descubrir, elegir y encarnar los valores que motivan y dan sentido a la vida, destruyendo el caos y el abismo del sinsentido. La identidad y la misión de las diversas comunidades determinan los valores que en ellas circulan, posibilitando verdaderos itinerarios educativos a través de los cuales las personas hacen suyos esos valores, configurando sus personalidades hacia opciones que perfeccionan la naturaleza humana.

A esta altura de nuestra reflexión es oportuno preguntarnos cuáles son y dónde están aquellas comunidades cristianas en las cuales se viven hoy los valores y las opciones que subyacen a un auténtico proceso de iniciación cristiana. ¿Dónde es posible hoy encontrar comunidades cristianas fieles a su identidad, capaces de constituir el espacio adecuado para un verdadero proceso de iniciación cristiana que no esté condenado al fracaso o a la paradoja de cerrar, obstaculizar o finalizar la vida de fe de sus miembros? Para esto será preciso...

· El surgimiento de nuevas formas de comunidad, pequeñas, de talla humana. Para hacer en la Iglesia la experiencia mistagógica de la presencia de Jesús en medio de todos y para hacer que ella sea una auténtica fraternidad, donde la igualdad y la común dignidad de todos los miembros (LG 32) supere la distinción de cargos y ministerios. De este modo, prevalecerá el acontecimiento y la convocatoria por medio de la fe y el aspecto institucional no sofocará ni dañará el despliegue auténtico de la comunión y de la misión. [9]

· Una espiritualidad de comunión, gestada y fecundada en la vida, la Palabra, la fiesta, la oración y la misión. Fruto del Espíritu y expresión de la unidad y del amor trinitarios.

· Aceptar, valorar, educar, promover y evangelizar los nuevos modelos de familia, ayudándolas a sumir lo esencial e indelegable de su misión.

Por otro lado, sabemos que ninguna de las etapas de la Evangelización, ni ninguna de las formas del Ministerio de la Palabra, ni ninguna de las funciones que componen el entramado orgánico de las acciones pastorales, pueden concebirse como compartimentos estancos. [10]

Una Iglesia en estado de misión, que no se cierra sobre sí misma en una pastoral centrípeta, sacramental y devocional, concibe la Evangelización como un proyecto orgánico, global y unitario que se abre a todos para manifestar, construir y hacer presente el Reino de Dios entre todos los hombres. Por eso, siguiendo a Emilio Alberich, afirmamos su tesis fundamental acerca una Catequesis evangelizadora y renovada en un renovado plan global de Pastoral [11]. Para esto, será preciso...

· La comunión y la participación expresadas en la realización de proyectos de misión, en los que la Catequesis tenga su lugar específico y pueda articularse orgánicamente con los otros modos del ministerio de la Palabra y con las otras acciones pastorales.

· El diálogo y el discernimiento como caminos para realizar la pastoral orgánica, fruto y signo de la Iglesia – Comunión en la cual la Catequesis puede ser ella misma. [12]

Pero, si de condiciones se trata, no podemos dejar de detenernos en un aspecto acerca del cual mucho se ha hablado en la Iglesia, pero que no siempre se ha asumido con verdadera seriedad y sistematización. La Planificación Pastoral se ha visto reducida, a veces, a indignos simulacros o a buenas intenciones nunca concretadas.

· Una última y urgente condición: la conversión pastoral

La Tercera Conferencia Episcopal Latinoamericana reunida en Puebla definió la Planificación Pastoral como la respuesta específica, consciente e intencional a las necesidades de la Evangelización. [13] En esta línea, afirmamos el valor de la Planificación Pastoral Participativa y reconocemos en ella, más que una acción técnica o política, un medio de creación y transformación de la cultura hacia proyectos históricos liberadores. [14]

Hemos mencionado, en los párrafos anteriores algunas condiciones para que la iniciación cristiana sea posible en estos tiempos. Una de las grandes tentaciones de la posmodernidad es pensar que nada puede ser planificado. Todo parece ser tan confuso y el futuro aparece tan inimaginable que, muchas veces, en nuestra acción pastoral quedamos entrampados en el presentismo, la inmovilidad, la improvisación o la rutina de volver a hacer lo que ya hicimos en otros tiempos.

"Por eso se siente la urgencia de un giro decidido hacia una nueva orientación pastoral, optando así por una verdadera conversión pastoral." [15] La experiencia de conversión es el centro de la vida cristiana y de la teología como saber y como práctica pastoral. Es una experiencia teórica (intelectual), relacional (afectiva), práctica (moral) y espiritual (religiosa). Sólo así podrá producirse una transformación de la acción pastoral y una consecuente acción pastoral transformadora: cuando haya sido mediada por la transformación interior de los miembros de la comunidad que llevan adelante dicha acción. [16]

La conversión pastoral es un proceso pascual, pleno de gracia, de fe, de esperanza y de caridad. Allí donde hay conversión, Dios está presente. Su Espíritu anima el camino de la comunidad que, con valentía, se hace capaz de torcer su rumbo para ir asumiendo las opciones que la acercan a la utopía... Como todo don de Dios, la conversión implica también una tarea del hombre y esa tarea no puede improvisarse. Se la planifica y se la realiza caminando hacia la utopía que, poco a poco, se va haciendo más posible.

Una lectura evangélica de la Planificación Pastoral profundiza el llamado a la conversión en estos tres sentidos:

- Asumiendo el conflicto latente en la realidad. Sin evasiones, ni disculpas, ni dilaciones, fieles al seguimiento de Jesús, quien al llegar a su situación límite, la enfrentó hasta la entrega.

- Definiendo nuestras opciones de vida en función de un proyecto auténticamente liberador, para responder con fidelidad creadora. Se trata de colocar toda la vida en función de la tarea transformadora, con la clara conciencia de la responsabilidad histórica que tenemos frente a la realidad.

- Transformando nuestra acción catequístico – pastoral, encontrando las respuestas que encarnen hoy el proyecto liberador de Jesús. [17]

Por eso, nosotros creemos que una Planificación Pastoral Participativa, comprometidamente asumida, contribuye a una verdadera conversión pastoral, ayuda a gestar y a consolidar auténticas comunidades cristianas y verdaderos procesos globales de renovación pastoral en los que la iniciación cristiana encuentra su verdadero lugar.

En la radicalidad de estas opciones queda comprometida toda nuestra vida y la vida de los hombres y las mujeres con quienes compartimos la historia. Camino de liberación y de conversión que nos acerca a la utopía de una vida más humana y más cristiana que se inicia, crece y se hace plena en el servicio al Reino.

Equipo del Observatorio Catequístico del ISCA



[1] Al usar este término tenemos en cuenta la concepción referida en LG 8; reconociendo además los múltiples modos de pertenencia a ella según se describe en el mismo documento conciliar (cf. LG 14-16).

[2] «Fiunt, non nascuntur christiani». Cf. Tertuliano, Apologeticus pro Christianis XVIII (PL 1,378).

[3] Es de destacar el crecimiento incesante de la literatura sobre este tema: nos permitimos ofrecer como referencia algunos artículos publicados en Revistas como La Maison Dieu (MD) 132, 182, 185; Teología y Catequesis (TeCa) 4, 21, 28, 31-32, 72; Estudios Trinitarios (EstTrin) 27, Phase (Phase) 11, 17, 20, 22, 24, 25, 28, 29, 30, 33, 36; Rivista Liturgica (RivLi) 48, 54, 64, 66, 71, 76, 79. Allí puede observarse cómo los temas referentes a la iniciación cristiana ocupan un significativo espacio tanto en cuanto a la extensión que se les dedica -algunas revistas consagran números enteros a la temática (MD 182; TeCa 72; Phase 22, 29; RivLi 54, 66)-, como a la frecuencia con la que aparecen…

[4] «Tal vigilancia debe estar siempre presente y operante en la conciencia del siervo fiel, determina la conducta moral, práctica y presente que debe caracterizar al cristiano en el mundo. El llamamiento a la vigilancia está intimado por el Señor también en orden a hechos próximos y cercanos, es decir, a los peligros y a las tentaciones, que pueden producir caídas o desviaciones en la conducta del hombre (cf. Mt 26,41). Así, es fácil descubrir en el Evangelio una continua invitación a la rectitud de pensamiento y de acción» (ES 15); Vigilancia que no es otra cosa sino «solicitud por el bien de toda la iglesia» (cf. PGs 19). Como testimonio de esta vigilancia–solicitud podemos observar las distintas propuestas pastorales que intentan responder al desafío de la iniciación, las cuales no dejan de generar ciertas dificultades y desavenencias en el mismo seno de la Iglesia. De allí nuestro interés por abordar la reflexión de este tema.

[5] Cf. Borobio, D., La Iniciación Cristiana, Salamanca: Sígueme 1996, 15.

[6] Cf. Pbro. Fabián Esparafita, Tesis de Licenciatura «La Iniciación Cristiana», Introducción

[7] Cf. Comisión Episcopal de Catequesis y Pastoral Bíblica, Lineamientos y orientaciones para la Renovación de la Catequesis de Iniciación Cristiana, Introducción (en edición)

[8] Cf. NMA, 22-23.

[9] DA, 286; los resaltados son nuestros.

[10] Id. 287.

[11] Id.

[12] Cfr. Documento Conclusivo de Aparecida nº 286 a 300

[13] La carta a los Romanos expone magníficamente la decisión por la que el Padre destina a los elegidos a «reproducir la imagen de su Hijo» –Ro 8,29– y añade que «a los que predestinó, también los llamó; y a los que llamó, también los justificó; y a los que justificó, también los glorificó» –Ro 8,30–. Llamar, justificar y glorificar pueden adaptarse al itinerario de la iniciación: la llamada de la palabra a la fe, madura en el catecumenado; la justificación realizada por la participación en la muerte y resurrección de Cristo en el bautismo, y sellada por la donación del Espíritu y la glorificación por la incorporación plena a la alianza (cf. Llabrés, P. «La iniciación cristiana, el gran sacramento de la nueva creación», Phase 29 (1989) 183-202).

[14] Cf. CEC 1322.

[15] «El modelo de la administración de los sacramentos que se desarrolló muy pronto en la Iglesia revela que ésta comprendía las diferentes etapas de la iniciación como ejecutoras, teológica y litúrgicamente, de la incorporación a Cristo mediante la entrada en la Iglesia y el crecimiento en Él, por la comunión en su Cuerpo y su Sangre en esta Iglesia. Todo ello se realiza por el mismo Espíritu Santo que constituye al creyente en miembro del cuerpo del Señor» (Bari 39).

[16] DCN.

[17] La estrecha vinculación entre el evento pascual y la iniciación cristiana, resulta ya del hecho que, el Sitz im Leben de muchas fórmulas cristológicas y de una cristología, por dinámica interna, tendente a la fe trinitaria, está constituida por la liturgia «bautismal» de las primeras comunidades cristianas. El lugar litúrgico se ha mostrado, desde el inicio, como lugar propicio para la profundización y formulación de la fe cristológica, generalmente en torno a la celebración del evento pascual del Señor crucificado y resucitado. El Kerigma apostólico y la praxis de la iniciación cristiana se presentan, desde el inicio, en estrechísima unidad y con explícita referencia al acontecimiento pascual.